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Madrid 2019

El último año de la vida de Susana , 2019 no podía empezar peor, con las más amargas fiestas navideñas que yo recuerdo haber vivido y haber concebido posibles. 

 

Susana estuvo desde el 18 de diciembre hasta el 23, en cama, en un estado de postración y de tristeza absolutos. No dejaba de comentar en llamadas telefónicas lo que había ocurrido con su hija, que había llegado a Barcelona únicamente para comunicarle su deseo de verla muerta y pedirle que renunciase a tratamientos y se abandonase definitivamente a morir

 

Ya en ese momento estoy convencido que  Maria Carolina Durán sabía que la populista candidata a la alcaldía Claudia López le había ofrecido un cargo en su administración (¡Pobre Bogotá!) y estoy convencido que eso se lo había ocultado a su madre. El motivo es claro. Si Susana seguía viva cuando se produjese el nombramiento de la mala hija, ésta debería cursar un informe de incompatibilidades  que todos los funcionarios deben cursar, e informar de los ingresos de éstos, hijos, colaterales y ancestros y con toda seguridad habría sido embarazoso el riesgo de que alguien hubiese descubierto que la flamante secretaria de desarrollo económico tenía una madre enferma en España de la que se había desentendido ostensiblemente, en deliberada e ilegal dejación de sus responsabilidades filiales (establecidas claramente por la legalidad colombiana). De ahí el interés de la hija por acelerar la muerte de su madre. Además había otra causa aún más sórdida. Maria Carolina odiaba demasiado a su madre para no evitarle cualquier motivo de satisfacción filial para ella

Yo recuerdo que incluso tuve que estar vigilando esos días ante la posibilidad verbalizada por Susana de quitarse la vida, dada la gran cantidad de medicación que tenía a su alcance. Además estaba convencido que ese odio profundo le causaba no sólo una profunda tristeza emocional sino también una pérdida absoluta de las ganas de seguir viviendo, un impacto psicológico demoledor, que a su vez era recogido por toda su familia con una espectacular indiferencia

La sensación de impotencia ante todo ello que yo tenía era crecientemente angustiosa para mí. Cada vez más tenía claro que el problema número uno de Susana no era el cáncer -por lo que todo lo que hiciera para hacerle más llevadera la enfermedad era inutil- sino una fría y calculada capacidad de sus familiares para mostrarle su odio en casos concretos y en otros una indiferencia que para Susana era tanto o más dolorosa  

En este estado de ánimo se aferraba a pocas cosas, entre ellas esta camiseta que compramos en Viena, recuerdo  de tiempos felices donde la maldad de su familia no podía llegar

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Se me caía el alma a los pies viéndola en este estado de profunda tristeza , causada por sus malvados hijos

La tristeza seguía allí, y yo la veía sin poder hacer nada al respecto, que literalmente, como me dijo una enfermera del Clínic, "había bajado los brazos" ante la enfermedad. Se estaba rindiendo ante mis ojos, estaba obedeciendo la voluntad destructiva y matricida de su hija, ese verdadero monstruo del Averno que sólo deseaba su muerte, con la indiferente complicidad de su inane hijo

Mentiría si no reconociese que en este momento empecé a sentir más que nunca un rencor absoluto hacia estas personas malvadas, que habiendo podido hacer tanto por Susana, en realidad se esforzaban de forma incansable para lograr su muerte como fuese

Pese a todo no pudo evitar ponerse a cantar villancicos pese a que su  ánimo estaba por los suelos

Después de ofrecerle todos los caprichos que deseaba para tratar de levantarle el  ánimo, como comidas colombianas  en su restaurante favorito o un concierto de Valses en el Palau de la Música, me di cuenta  que una de las pocas cosas que le desconectaba de la tristeza  era, n bucle recurrente, ver  una y otra vez la película Billy Elliot, que por algún extraño motivo le producia una completa fascinación.

Enterado de que en Madrid era una obra de teatro, le ofrecí que fuéramos a verla. Le entusiasmó la idea y por fin pareció superar su inconsolable angustia. La perspectiva de pasar la nochevieja en Madrid era imposible ya que el precio era más que disparatado, por lo que tuve que buscar como alternativa la primera semana de enero

En Navidad fuimos a comer, tras muchas dudas de su ánimo, al restaurante Galiza, en la calle Cardenal Casañas, donde habíamos ido muchísimas veces. La reserva fue tan a última hora que no siquiera les quedaba comida cuando fuimos, por lo que tomamos  solomillo poco hechos que nunca me había parecido tan exquisito

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Este momento fue muy curioso y a la vez increiblemente triste:

Susana explícitamente me repitió algo que acababa de decir por teléfono:

"Cuando tenga que ir para el cielo , estoy tranquila porque sé que le dejo a Jordi lo que más valoro en esta vida.

Una familia que le va a querer y a  apoyar y que le va a agradecer todo lo que ha hecho por mi estos años"

Susana se sentiría muy avergonzada de su propia familia ocho meses después cuando fue secuestrada por su hijo para ser llevada a su cadalso, la casa de la hija que la odiaba, para ser martirizada hasta la muerte. Y  a mi, esa "familia" que  en su bendita pero estoy seguro sincera  ingenuidad Susana creía que me tendrían algo parecido a agradecimiento por todo lo hecho -ya no hablar del "afecto"- me tenían reservado el horrible final de ser tiroteado hasta la muerte como un perro rabioso como venganza por haberla salvado del desprecio cruel  de su familia.

Seguro habría sentido vergüenza y asco de ellos.

De esa patulea de patanes  no recibí más que odio, desprecio racista y amenazas de muerte. Ni las peores alimañas se habrían comportado así

Ella en su permanente ingenuidad quería creer que su familia si mendigaba suficientemente su amor y su respeto, algún día se lo daría.

Pasó seis décadas creyendo la fantasía que su familia era o podría convertirse en un sucedáneo de la famila idílica Trapp, sin querer ver jamás que esta familia estaba mucho más cerca de ser una disfuncional réplica de la familia Manson.

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Disfrutando de uno de los regalos que le hice esa Navidad, un sencillo bolígrafo con su nombre grabado que le emocionó profundamente.

Fue una de las cosas que fueron robadas y destruidas por su hijo unos meses después. Todo lo que sabían que era agradable para ella lo destruían sin contemplaciones

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Merendando junto al hotel con dos amigas. Una de ellas María Jesús.

 

Por cierto, para mí no deja de ser chocante esta imagen. Creo que era completamente lógica que ambas, ante la posibilidad de ver a Susana -y sabiendo que estaba enferma- fueron ELLAS las que se desplazaron donde ella estaba, y no le plantearon que fuese ella la que se desplazase donde vivieran ambas. Parece una obviedad, pero varias de sus amigas colombianas, cada vez que Susana hacía uno de sus absurdos viajes a Colombia le planteaban por activa o por pasiva que era ella la que se tenía que desplazar y mover para verlas, y no al revés. Yo honestamente, pensé que en más de un caso -no todas pero casi- veían a Susana como una muerta de hambre y por ello era ella la que se tenía que desplazar para verlas. Y esto no dejaba de ser curioso para mí después de comprobar que al menos dos de esas supuestas amigas tenían vínculos constatables con el narcotráfico. Pero en fin.

Así entendían muchas de estas "amigas" los "valores" del internado Marymount

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En el metro hacia la Puerta del Sol y el AYuntamiento. Yo reconozco que me sentía realmente cansado, anímicamente por todo lo que había pasado en las semanas anteriores.

Para mi  desconcierto. sólo me faltó que visitásemos el Corte Inglés de Sol,  y allí decidió que quería  escoger un regalo para Maria Carolina quesupuestamente debía pagar yo, a lo que me negué rotundamente-.

 

Habíamos vuelto a la normalidad y para Susana eso significaba la más absoluta cerril y dócil sumisión hacia su hija a ver si así volvía (milagrosamente) a querer a su madre. Para mí era desesperante. De ahí mi cara en esa foto

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Ya en el teatro.

Aquí sucedió un incidente que me alarmó muchísimo y me alteró bastante.

Teníamos que hacer cola para entrar antes de que acabase la sesión de tarde y Susana decidió ir hasta una farmacia a comprar Paracetamol, que inesperadamente se le reveló como una urgencia inexcusable. Yo creía que al fin y al cabo en el teatro no la necesitaría pero fue en vano. Le sugerí que yo iría pero quiso ir ella sola, y que yo me quedase en la cola. La farmacia estaba en línea recta unos 200 metros. Pasó el rato y no regresaba.

 

Me alteré mucho ya que llegué a temer que le hubiese ocurrido algo. Fui corriendo hasta la farmacia cuando ya estaban los espectadores dentro, y me dijeron que Susana se había ido hacía rato. Al parecer salió a ver tiendas de ropa en un establecimiento próximo, se desorientó y tardó en encontrar el teatro nuevamente. El susto que me dió fue de campeonato. Yo aqui ya tenía la sensación de que estar las 24 horas vigilándola más o menos discretamente para que no le ocurriese nada y eso era muy tensionante-

 

LA obra le gustó muchísimo. Personalmente no se parecía  excesivamente a la historia de la película, y acabó convirtiéndose en una especie de exaltación LGTBI que no coincidía a mi juicio con la película. Yo lamenté que la visibilidad de las localidades fuese muy baja. En el intermedio sin embargo, la misma Susana de siempre se ocupó de buscarnos unas localidades más próximas al escenario que estaban vacías, y aunque la acomodadora no lo veía nada claro, acabó aceptando que las ocupásemos

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Ella, chateando compulsivamente. Pocas horas después n el lavabo de la estación de funicular de la Casa de Campo se olvidó bolso, tarjetas, DNI, etc.

No me di cuenta hasta la salida del Restaurante Casa Valencia, donde comimos una exquisita paella, por cierto muchísimo más barata que en Can Soteras, y con una amabilidad  y cortesía del personal que fue más que excelente. Me llamó mucho la atención también que tanto un portero de una finca próxima como el taxista que nos llevó a la estación de Atocha fueron más que amables, incluso llamando desde su móvil al telefono de pago del BBVA para anular la tarjeta bancaria

Para mí fue un viaje ambivalente. Tenía la sensación de que si su motivación era animarla para que superase la decepción y la tristeza del odio de su hija no había funcionado del todo.

Además la sensación de tener que estar siempre atento a que no perdiese nada, que  no se desorientase, que no se diese cuenta que le estaba encima, era agotadora , sobre todo viendo como no dejaba ni un instante de chatear obsesivamente por todo y con todos

Unos días después su hijo le anuncia que le ha comprado un móvil Samsung. Para Susana parecía que fuese el mejor regalo que le hubiesen hecho en años, pese a que su coste, dicho sea de paso era de una quinta parte de lo que había pagado por el viaje a Madrid. Con la diferencia de que lo que yo me gasté en ella, aparte de ser una cantidad mucho más elevada era hasta el último céntimo de procedencia honrada.

Yo no tengo nada claro que el hijo pudiera decir lo mismo

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