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Animación bíblica: ¿de qué hablamos?

Cuántas veces, tras oír las palabras “Escuela de Animación Bíblica”,

me habrán llegado a preguntar ¿pero qué es la animación bíblica?

Llevo ya algunos años difundiendo lo qué es, en charlas y escritos,

partiendo de inicio de “lo qué no es”, a modo de enderezar lo que

poco a poco se nos ha ido torciendo.

La animación bíblica no consiste en que como la Biblia se nos puede

llegar a hacer aburrida, pues hay que animarla y, para ello, nos

vamos a servir de juegos y dinámicas. No, no es eso. Aunque, por

desgracia, es una idea demasiado extendida.

La Biblia ni es aburrida ni necesita que yo la anime. Al contrario,

nosotros necesitamos ser animados por la Biblia. Nosotros, la Iglesia y toda su pastoral. Facilitar y profundizar que la Biblia anime,

transversalmente, toda la pastoral es la tarea, diría la aventura, de la

Animación Bíblica.

Pues bien, esa tarea se verá beneficiada por los estudios bíblicos, por la exegesis, por el mayor conocimiento de todas las disciplinas que aportan luz al mundo de la Biblia. Pero de ninguna manera podrán sustituir la necesidad que tenemos de la Animación Bíblica.

Y digo esto porque es tal el desconocimiento que en nuestras

realidades eclesiales hay de ello que fácilmente topamos con

discursos reduccionistas que cándidamente objetan que en su

comunidad ya se hace homilía todos los días, que hay un grupo

dedicado a la Biblia y que el que quiera que asista…

 

Así pues, no podemos menos que unirnos a las precisas palabras de

Javier Velasco “No es comprensible ninguna forma de pastoral que no beba del manantial de la Palabra de Dios”.

 

Y aún lo concreta más Benedicto XVI en la Exhortacion Postsinodal

“Verbum Domini”:

“No se trata, pues, de añadir algún encuentro en la parroquia o la

diócesis, sino de lograr que las actividades habituales de las

comunidades cristianas, las parroquias, las asociaciones y los

movimientos, se interesen realmente por el encuentro personal con

Cristo que se comunica en su Palabra” (n.73)

La Biblia, por ser Palabra de Dios, tiene esa vocación transversal, pero se encuentra con embudos que delimitan y limitan su campo de acción. Son embudos muy “santos”, es decir, de cierta buena

apariencia, cargada desde “lo razonable” y “lo eficaz”.

Un primer “embudo” consiste en esa obsesión enfermiza por

compartimentar al máximo la pastoral para llegar a la “eficaz

especialización”. Así, estos se dedican a la catequesis, aquellos a la

liturgia, otros a la acción social… y los hay que se dedican a la Biblia.

La Biblia se convierte en una sección más de la pastoral pero desde

una posición que no logra empapar a toda ella

Como también decía Javier Velasco:

“Igual que en un ser vivo el corazón es el que bombea la sangre, la

vida a todo el cuerpo, así la Sagrada Escritura debe ser la que

“bombee” la vida del Espíritu, la Palabra viva de Dios a toda la

comunidad creyente, a toda la acción pastoral. Sin la Palabra de Dios

la Pastoral es una realidad muerta, con ella cobra Vida, con

mayúscula”.

Otro “embudo”, primo-hermano de la especialización es la

contraposición. Los biblistas, que solo entienden de Biblia, a los que

solo les interesa la Biblia, que solo tienen ojos para la Biblia, no se

entienden con los liturgistas, los catequistas, los pastoralistas, etc.,

que a su vez padecen de la misma tozuda confrontación… una nueva

Babel.

Estos y otros embudos están presentes en nuestras comunidades. La Animación Bíblica pretende desatascar la pastoral con la misma

fuerza de la Palabra.

Eso sí, merece la pena redescubrir el que la Palabra de Dios tiene ya

en nuestras comunidades una presencia imprescindible de la que no

siempre somos conscientes.

Quique Fernández (La Biblia Compartida)

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